El Pop Art fue y sigue
siendo hoy día una corriente muy vinculada a la publicidad y a los anuncios. No
sólo el Pop Art utilizaba imágenes publicitarias como obras de arte, sino que
éstas además llegaban a convertirse en auténticos reclamos publicitarios. El
ejemplo más clásico son las latas de sopa de tomate de la marca Campbell,
utilizadas por Andy Warhol como símbolo de la sociedad consumista. Su obra se
convirtió en todo un icono tanto del mundo del arte como del mundo
publicitario.
Los colores vivos que
captan nuestra atención, la repetición de los mismos anuncios una y otra vez,
el logotipo de la marca presentado de forma frontal para que se aprecie bien
claro… Son elementos característicos de los carteles publicitarios, y que se
pueden apreciar artísticamente en la obra de Warhol, quien estaba fascinado por
“la forma en que la publicidad promete la misma bazofia con diferentes
etiquetas”. Después de todo, la repetición de estos anuncios, como Andy Warhol
repitió su sopa de tomate, es símbolo de la producción en masa.
¿Existe mejor manera de hacer publicidad que
usando el propio Pop Art como herramienta, dado que refleja la sociedad
consumista y la cultura de masas? Está claro que los publicistas piensan que
utilizar elementos extraídos de la propia sociedad para realizar sus anuncios
al menos conlleva la captación del mismo por parte de los consumidores, pero
somos nosotros, como estos consumidores, los que debemos preguntarnos si debemos
ver tales anuncios como una imagen positiva o negativa de nuestros hábitos de
vida y consumo.
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